En Lisboa en el barrio de la Alfama tomamos el tranvía 28.
Eran cerca de las diecinueve horas e iba atiborrado de pasajeros.
Viajábamos hombro con hombro y trasero con trasero.
Sentí algo en mi bolsillo posterior, bajé la vista y vi una mano penetrando en él.
Como si se tratase de la de un amigo la estreché con la diestra, mientras con el dedo índice de la otra le decía que no.
El frustrado ladrón comprendió enseguida el idioma de las manos, pues forcejeando se bajó veloz del caballo metálico.
De la serie “On the road” (1)
domingo, 4 de octubre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario