La guillotina cayó sobre el cuello del
reo encapuchado, pero no lo cortó.
— ¿Cómo? ¿No ha muerto? Clamaron
asombrados todos los presentes.
Feliz el condenado pedía a gritos
un guiso de tornillos.
Mientras tanto el duende que había
cometido la travesura como un
diablillo se reía divertido.
Durante la noche había penetrado
en la prisión transformando al prisionero en un robot.
De la serie “Sapos y princesas” (1)
viernes, 2 de octubre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Qué ingenioso!!!buenísimo.
ResponderEliminar